Soliloquio de lo absurdo

Carteles del Centro Dramático Nacional

Isidro Ferrer

 

24 de marzo – 8 de mayo
Público: 45.316 visitantes

Las colecciones Soliloquio del absurdo y Carteles del Centro Dramático Nacional del ilustrador, del diseñador y cartelista Isidro Ferrer llegaron a Manzana 1 Espacio de Arte como parte itinerante de la más reciente edición de la BICeBé Bienal del Cartel Bolivia, que tuvo a España como país invitado.

El diseño gráfico es uno de los campos más creativos en los que España destaca. De su dinamismo y del uso de técnicas innovadoras resultan productos icónicos que traspasan fronteras. En ese campo está el cartelismo que, aún en esta época de avances tecnológicos, continúa siendo una comunicación eficaz, de estrecha relación con el ámbito cultural.

Soliloquio del absurdo y Carteles del Centro Dramático Nacional del ilustrador se mostraron en Manzana 1 Espacio de Arte, con el apoyo de la Embajada de España en Bolivia, el Centro Cultural de España en La Paz y BICeBé.

Biografía del diseñador

Nació en 1963 en Madrid, España. Trabajó como actor en varias compañías teatrales hasta que un accidente en una gira lo apartó de los escenarios. En 1988 entró a trabajar en el diario Heraldo de Aragón, en Zaragoza, como diagramador. Esencial en su trayectoria profesional es la influencia recibida del diseñador gráfico Peret, en Barcelona. Al finalizar estos años, regresó a Zaragoza donde montó Camaleón, su propio estudio. Trabajó principalmente en diseño editorial, cartelismo e ilustración.

Entre sus trabajos más emblemáticos destacan el realizado para el Centro Dramático Nacional, la imagen gráfica para el centenario de Luis Buñuel y sus trabajos para el diario El País.

Diplomado en arte dramático y escenografía. Combina su actividad de diseñador gráfico con una intensa labor en otros campos de la imagen como la ilustración tanto para adultos como para niños, la realización de comics, animaciones para TV o la edición.

Cuenta con más de 30 libros ilustrados publicados. Su obra ha sido objeto de exposiciones individuales en Huesca, Madrid, Gijón, Barcelona, Valencia, Palma de Mallorca, Toulousse, Lisboa, Rouen, Rijeka, Bogotá, Quito, Turín, París, Mexico, Santiago de Chile, Tegocigalpa, El Salvador, Marsella, Lima, Miami, Washington, Chicago, Kiev, Atenas y Praga.

Participó en numerosas exposiciones colectivas en distintos lugares del mundo. Recibió varios premios por su labor como ilustrador y grafista, entre ellos: un Premio Lazarillo de Ilustración, un 3er. Premio en el 12 Festival Internacional de Carteles de Chaumont, Francia; un Premio Promax Oro de Animación para TV, en Canadá; tres Premios AEPD; un LAUS, un Premio “Daniel Gil” de edición; Premio Lucenda; Premio Experimenta; Visión de Oro de Creatividad Exterior; Poster European Design Awards, Estocolmo. Fue Premio Nacional de Diseño 2002, Premio Nacional de Ilustración en 2006, y desde el año 2000 es miembro de la Alianza Gráfica Internacional (AGI).

 

Consideraciones de Ferrer sobre el cartel

El arma más eficaz para preservar cualquier expresión cultural frente al vaticinio de su desaparición es el anuncio de su muerte. Ha sucedido con otras manifestaciones culturales. La pintura, la poesía, el teatro, incluso el cine, lejos de perecer, han renovado sus planteamientos y consolidado su lenguaje ante la dolosa noticia de su sepelio.

La muerte del cartel es la crónica de una muerte anunciada. Desde la irrupción de la informática en la comunicación y de los sistemas de reproducción digital en los medios de producción se han ido cercenando sus potencialidades y limitando su voz; se le mutiló su propósito publicitario y propagandístico, se restringió el acceso al muro (su ecosistema natural), se le sedujo con cantos de sirena para ser parte esencial de comunicación institucional y cultural, se le abrió la puerta de los museos, se le intentó confinar en una jaula de oro elevándolo a la categoría de arte, se comercializó como objeto decorativo, se intentó convertirlos en historia.

Pero el cartel, que es como el mensaje dentro de una botella, ha evolucionado para amoldarse a las cambiantes e imprevisibles corrientes que lo mueven dentro del agitado océano de la comunicación, y lo ha hecho preservando su mejor cualidad: ser un territorio libre de expresión.

El cartel ha muerto. Viva el cartel!